LA HUERTA COMO SEÑA DE IDENTIDAD DE NUESTRO PUEBLO: POZOS Y ALBERCAS (I)
Taconeando
vienen
las yeguas
cantarillos
de lata
con
agua fresca.
Un
rayito de sol
en el
pozo abandonado
brilla
el caldero oxidado.
Isabel Escudero. Fiat umbra
Con este artículo pretendemos
sensibilizar de la importancia patrimonial y el interés que desde una
perspectiva etnográfica y etnológica,1
así como histórica, didáctica y cultural tienen estos conjuntos que formaron
parte de una tradicional forma de aprovechamiento de las aguas en una actividad
tan singular en nuestro pueblo como fue la huerta. Una actividad que ha generado una serie de
construcciones que forman parte de la arquitectura tradicional o vernácula;2 una serie de
<<organizaciones arquitectónicas>> que se integran en lo que García
Grinda ha venido a denominar <<la arquitectura del agua>>.3 Por ello, aunque
centraremos nuestro trabajo en la huerta y los elementos relacionados con la
misma, incluimos algunos otros elementos de la arquitectura tradicional
vinculados al agua que forman parte de esa arquitectura
del agua: pozos y fuentes, albercas, pilas y pilones, etc. Sin olvidar un
elemento que supuso un gran avance en la extracción del agua de los pozos, la
noria.
POZOS
Un pozo, como todos sabemos, es
un hoyo de grandes dimensiones que se hace en el terreno intentando llegar al
nivel freático que, excepto en los pozos surgentes, siempre se encuentra en una
cota inferior a la del suelo; y así disponer de agua, tanto para el
abastecimiento de las personas y los animales, como para regar las numerosas
huertas que existían en nuestro pueblo.
Antiguamente,
estos pozos se hacían manualmente -con pico y pala-, cavando y sacando la tierra
hasta encontrar la suficiente cantidad de agua que permitiera seguir trabajando
en él para darle una mayor capacidad de almacenamiento. A veces, el trabajo se
veía frustrado y había que desistir por
no encontrar el preciado líquido y volver a tapar el hoyo. Más tarde,
aparecieron máquinas que por medio de una pala mecánica extraían la tierra y en
poco tiempo conseguían hacer la concavidad, dándole mayor profundidad y
anchura. Era conveniente forrar el vaso del pozo con una pared de piedra para
darle mayor consistencia y evitar el derrumbe de la tierra.
Todavía, dentro del casco urbano podemos observar algún cigüeñal como el que se encuentra en los extramuros de la carretera de Valle de la Serena; y, con resto de una instalación a base de bomba manual, el pozo que se conserva en la entrada del Parque Nuevo y en la Viña de don Carlos.
Paredes de pozos empedrados utilizando la técnica de piedra seca
Algunos, sobre todo aquellos
que iban a ser destinados al abastecimiento de agua para beber las personas, se
remataban con un brocal de piedra disponiendo de una carrucha que pendía de un
arco de hierro y provistos de un cubo cilíndrico de chapa metálica con base de
madera para facilitar el llenado del mismo por el efecto de flotación y la
consiguiente inclinación de la boca. Ahora, los pozos suelen hacerse de sondeo
perforando la tierra, incluso la roca, alcanzando grandes profundidades y
extrayendo el agua por medio de bombas mecánicas.
Cubo y carrucha
Quizá la forma de extracción
más antigua, aparte de la simple manual con un cubo o caldero atado a una
cuerda, sería con cigüeñal, hoy en desuso. Después se emplearía la noria, para seguir
con métodos más modernos a base de bombas manuales, motores de gasolina y
bombas eléctricas.
Todavía, dentro del casco urbano podemos observar algún cigüeñal como el que se encuentra en los extramuros de la carretera de Valle de la Serena; y, con resto de una instalación a base de bomba manual, el pozo que se conserva en la entrada del Parque Nuevo y en la Viña de don Carlos.
Cigoñal o cigüeñal: pértiga, palanca o palo, contrapeso, cubo y horquilla sobre pie de granito
Bombas de extracción manual
Existen algunas casas que aún
conservan el antiguo pozo del que disponían en el patio o corral, y que servía
para el abastecimiento del ganado y la limpieza doméstica. No se utilizaban
para el consumo humano porque, como nos dice Casco Arias, las aguas de estos
pozos se encontraban contaminadas: <<Son
abundantísimas, a escasa profundidad y potables a excepción de las del pueblo
que están cargadas de gérmenes y materia orgánica…>> (Casco Arias,
1961: 39-42).
Además, la población podía
utilizar el agua de los pozos que se encontraban en algunas calles y que
aparecían como suministradores públicos, como el famoso Pozo Dulce que diera nombre a la actual Plaza de Extremadura. Había
otro pozo en la calle Cacería, en la que también podemos ver un simulacro
–aunque en el original el brocal era cuadrado-, recordando la existencia de
aquél, y situado casi en el mismo lugar donde se encontraba. Hubo también otro
en esta misma calle en el ensanche enfrente del edificio de la Casa del Pueblo,
que ya en los años sesenta se encontraba cegado.
Plaza de Extremadura y calle Cacería
Junto
con estos pozos repartidos por las calles del pueblo existía un pilar en la
actual plaza de Hernán Cortés (Parque Viejo) que servía de abrevadero para el
ganado. Era frecuente realizar un encañado desde aquellas fuentes o manantiales
para el abastecimiento alejados de los lugares más transitados o accesibles
para los vecinos que se servían del espacio para sus caballerías y ganado. Así, aquel pilar se surtiría de las
aguas procedentes de una fuente o pozo situado en la calle Mártires, desde
donde partiría una cañería que discurriría por la calle Cagancha hasta llegar a
la plaza de Hernán Cortés donde, como sabemos, se encuentra un pozo que,
posiblemente, fuera de construcción más reciente y surtiera al pilar en época
más tardía.
<<Para
el abrevadero del ganado había, dentro del casco urbano de la población, en el
año 1840, cinco pozos y un pilar, y los vecinos se abastecían del agua potable
de los pozos de las huertas. El pilar estaba situado en la actual plaza de
Hernán Cortés, en el centro del parque; las aguas venían por cañería de un pozo
de los extramuros situado en las traseras de las primeras casas de la calle de
los Mártires, siendo esta conducción antigua>> (Casco
Arias, 1961: 39-42).
De la
existencia y construcción de estas
cañerías -ya en tiempos de los romanos-, nos habla Vitrubio en sus libros de
arquitectura, y se encontraron indicios de sus restos durante las últimas obras
de acondicionamiento de la calle Caganchas: <<… se harán tubos de barro cuyo grosor no sea menos de dos dedos y de
suerte que uno de los extremos sea más estrecho, con el fin de que pueda
encajarse dentro del otro. Las junturas se han de cerrar con cal diluida en
aceite” (Libro Octavo, Capítulo IV, “De los modos de conducir el agua”).
Encontramos en la documentación
referencias a los pozos que había en Quintana en 1595: <<Y poço que llaman el poço de Quintana en la calle que va de la
villa de Campanario a la de Zalamea y el poço tenia un cigüeñal que sacaba el
agua que iba a un pilar para las caballerías. Otro poço avia del dicho pilar
que esta cubierto y esa agua va encañada
al dicho pilar>> (Visitación… 1595). A finales del siglo XVIII, había
cuatro o cinco pozos en el pueblo para el abastecimiento de personas y animales
que, tanto Agúndez como Madoz, los nombran por fuentes en número de cinco cada
uno de ellos, mientras en el Interrogatorio de la Real Audiencia se citan
cuatro.4
Desde antiguo, estos lugares (pozos, ríos y lagunas) han sido muy
cuidados por ser parte esencial y vital en la supervivencia de los grupos
humanos. A finales del siglo XV, vemos como se establecen las normas que han de
regir para que el agua esté limpia y sea apta para el consumo de personas y
bestias:
[19] Título de las lagunas, pozos y ríos
: Otrosí, por quanto las lagunas, pozos y ríos
de los lugares de la dicha villa de Magacela son muy necesarios para las
bestias e conviene que se guarden con mucha diligencia para que el agua esté
limpia para las dichas bestias e no se eche en ellas ninguna cosa para las
dañar ni se haga en esto cosas de que puedena personas e bestias recevir peligro,
ordenaron e mandaron que agora, e de aquí adelante, ninguno sea osado de echar
madera en las dichas lagunas, ni palos ningunos, ni sarmientos, ni vencejos, ni
juncos, ni otras cosas en las dichas lagunas, ni menos puedenlo hacer en pozos
que en ellas, porque los dichos pozos se rescrecian peligrosamente después que
se hinchan las dichas lagunas, so pena que el que echare la dicha madera
incurra en pena de seiscientos maravedís y el que echare sarmientos, o juncos,
o vencejos, o otras cosas semejantes [Fol. 24r], o lavare paños o mieses
incurra en pena de sesenta maravedís por cada uez y el que [lo] hiziere [en]
pozos incurra en pena de seiscientos maravedís.
Otrosí, porque del beber de los ganados
menudos, ansí como puercos, y ouejas, y carneros, y cabras dañan las dichas
lagunas, hordenaron e mandaron que agora, e de aquí adelante, ninguna persona
sea osado de dar agua en las dichas lagunas a puercos, ni carneros, ni ouejas,
ni cabras, ni borregos, y el que lo contrario hiziere; si fuere rebaño de cada
caveça sesenta maravedís; e si no fuere rebaño de cada caveça dos maravedís por
cada vez (Miranda, 2003:
104. Transcripción recogida del autor).
A finales del siglo XIX, encontramos la
ley de agua de 1876 que regulaba la construcción de pozos privados:
<<Art.
19. Todo propietario puede abrir libremente pozos ordinarios para elevar aguas
dentro de sus fincas, aunque con ellos resultasen amenguadas las aguas de sus
vecinos. Deberá sin embargo guardarse la distancia de dos metros entre pozo y
pozo dentro de las poblaciones y de 15 metros en el campo entre la nueva
excavación y los pozos, estanques, fuentes y acequias permanentes de los
vecinos.
Art.
20. Para los efectos de esta ley, se entienden que son pozos ordinarios
aquellos que se abren con el exclusivo objetivo de atender al uso doméstico o
necesidades ordinarias de la vida, y en los que no se emplea en los aparatos
para la extracción del agua otro motor que el hombre>> (BOP. Núm. 391. Sábado, 5 de
julio de 1879).
El uso y la conservación de los pozos públicos se
encontraban regulados por las ordenanzas municipales:
<<Merecerán
la particular atención de las autoridades como medio de remover las causas
generales de insalubridad: primero, la reparación, limpieza y curso expedito de
los conductos de aguas sucias, de pozos inmundos, sumideros, letrinas,
alcantarillas, arroyos, corrales, patios y albañales. Segundo el continuo y
esmerado curso y aseo de las fuentes, calles, plazas y mercados…>> (BOP. Núm. 72. Lunes, 17 de junio de 1867).
Hasta la traída de agua potable
y la realización de la correspondiente red de distribución para el
abastecimiento de la población, que se llevaría a cabo en los años sesenta, el
agua utilizada para el consumo humano
era la de algunos pozos que se encontraban en los extramuros: Pozo de la Pepa, Pozo de Doña Fuensanta, Pozo
de la Fuente del Castillejo, Pozo
Nuevo, etc.; además de usarse para beber el agua de fuentes y pozos de las
huertas y fincas. La falta de higiene en estos pozos ocasionaba algunos
problemas en la salud de los habitantes de Quintana de la Serena, como bien nos
transmite Casco Arias:
<<Todos los años hay una intensa epidemia de disentería bacilar de mayo a
septiembre y se producen numerosos casos de fiebre tifoidea, sobre todo durante
los meses de agosto, septiembre y octubre, que baja el nivel de agua en los
pozos, y, según el teorema de Herzen, la morbilidad por cada caso de fiebre
tifoidea que se produce da cinco enfermedades más de otra naturaleza>> (Casco Arias, 1961: 267-268).
Pozo de la Pepa, Pozo del Castillejo y Pozo Nuevo
Hasta estos años —década de los sesenta—, el agua era llevada a las
casas en cántaros de barro apoyados sobre el rodete que se ponían las mujeres
sobre la cabeza y, a veces, otro en
el cuadril y el barril colgando. O
bien, en las aguaderas de esparto a lomo de caballerías (asnos y mulas).
Nuestros queridos paisanos Diego Rodríguez y Bibiano Carmona Barquero, han
quedado perfectamente plasmada en sus libros esta labor desarrollada por las
mujeres en el acarreo de agua:
<<Con un burro y unas aguaderas y
cuatro cántaros al Pozo la Pepa o a la Fuente del Castillejo, que eran las
aguas que se dedicaban a beber. Porque los pozos que están cerca o dentro del
pueblo dan un agua vasta (Rodríguez/Zavala,
1999: 72).
<<Entre
las tareas del hogar tenían la de acarrear el agua para beber en casa. Solían
hacerlo con dos cántaros de barro; uno de ellos en la cabeza, donde para
sujertárselo se ponían una rodilla, hecha de listas de tela y el otro cántaro
en el cuadril. Los pozos
de agua potable distaban uno o dos kilómetros del centro del pueblo. Entre los
más utilizados estaban: La fuente del Castillejo, Fuentesanta, el pozo de la
Pepa, el de la tía Higinia y el de la lancha hueca, entre otros. Cada cántaro
haría unos 10 litros de agua. Este peso más el del cántaro en sí mismo, hacían
un total de unos 25 kilos que diariamente tenían que soportar las mujeres de
nuestro pueblo>> (Carmona, 2015: 80-81).
Aguaderas y cántaros de lata Cántaro de barro
No podemos olvidarnos de la figura del aguador que en
nuestro pueblo estuvo representado por la “cuba de agua” que suministraba el
agua por las calles.
Otro uso diferente que se hacía en algunos pozos era el de
utilizar su agua para lavar la ropa.
<<Un recuerdo a las
mujeres /que iban a lavar la ropa, /con escarchas y con nieves /cubiertas con
media toca. /Saliendo al romper el día, /al frío plantaban cara, /las primeras
se ponían /donde el agua estaba clara. / Frascoluñas y arrazauces, pozo jinojo
y la pepa / que la ropa allí lavada /quedaba como la nieve, /todavía habrá aquí
alguna vieja, /que con nostalgias lo recuerde.>> (Pedro Gómez García.
Presidente de la Junta de Gobierno del Hogar de Pensionistas de Quintana de la
Serena. Libro de Feria, 1984).
Las mujeres se dirigían con su cesto cargado de ropa sucia y
con el jabón elaborado en las casas, a base de sosa y aceite usadas. Había
quienes se dedicaban a lavar la ropa de otras casas con lo que ayudaban a
sostener la precariedad económica de sus familias. Uno de estos pozos era el Pozo Hinojo o “Jinojo”, que estaba situado en la zona donde actualmente se encuentra
el tanatorio. Refiriéndose a esta labor, Bibiano Carmona Barquero, nos relata
en su libro Retazos de mi vida: La
Emigración:
<<Aparte
de este cometido tenían también que lavar las ropas fuera de casa, en huertas
situadas a las afueras del casco urbano, como la del “Pozo Hinojo”, junto al
puente de la carretera de Villanueva de la Serena a Quintana. También
frecuentaban mucho los charcones de la “Frascoluña” y las tablas de agua del
arroyo “Cagancha”.
El medio de locomoción era el
de ir andando con el cesto de ropa sucia en la cabeza y en la mano el caldero
con el jabón, hecho en casa con sosa y con la grasa de los animales (el sebo),
además de la merienda para ese día. Estas jóvenes, si tenían suerte y les hacía
solo (sobre todo en invierno), recogían la ropa ya seca que, antes, habían
tendido en la hierba, canchales o alambrada. Pero si el tiempo no acompañaba,
la tenían que recoger mojada con el consiguiente peso en sus cabezas, como es
de comprender>>
(Carmona, 2015: 81-82).
Tinaja y botijo o barril
Cuando se rompía la cuerda, se destrababa o caía por alguna
causa el cubo y quedaba en el fondo del pozo, se utilizaban las rastras para
sacarlo. Éstas consistían en una serie de ganchos de hierro que, atadas a una
cuerda, se introducían hasta el fondo hasta que se conseguía enganchar el cubo.
Rastras
Hasta
la llegada de la potabilización del agua, en algunas casas existían unos
dispositivos que se utilizaban para filtrar el agua. Estos eran los conocidos
depuradores SINAI. El depósito, situado en la parte superior y provisto de una
tapa, se llenaba de agua y ésta por decantación iba pasando por una serie de
depósitos que contenían diversos materiales filtrantes, hasta llegar a la parte
inferior donde se disponía de un grifo para sacar el agua. Todo el conjunto,
dividido en varias piezas, se sostenía sobre un pie o pedestal del mismo
material cerámico.
Depurador de agua
La llegada del agua potable a Quintana llegaría siendo alcalde Don
Carlos de la Cruz Barquero (Casco Arias, 1961: 190); todavía, en los primeros
años de la década de los sesenta no se disponía de ella en las casas y vemos
como hasta 1962 no comienzan las obras de captación de aguas para el
abastecimiento. En el diario Hoy de
28 noviembre de 1962, se daba la noticia: <<Han
empezado las obras de captación de agua con destino al abastecimiento de la
población>>. Demasiado retraso, si tenemos en cuenta que esa
necesidad de abastecer de agua potable a la población ya se había iniciado
durante el gobierno de la Segunda República:
<<Durante el corto periodo de la Segunda República […] Quedó pendiente de
resolución el expediente de la traída de agua de la fuente del Castro. El
ingeniero don Víctor Villa enviado por la Diputación Provincial, fue el que
comenzó los estudios del proyecto>> (Barquero, 1979: 63).
De aquella época nos queda el antiguo depósito de agua de la Frascoluña y el recuerdo plasmado en
algunas fotografías, de aquellas fuentes públicas que se construyeron en
diversos lugares de la población. Estos lugares se
convirtieron, como antaño lo habían sido los pozos, en punto de encuentro y
espacio para la sociabilidad de las gentes de nuestro pueblo.
Antiguo depósito de agua y fuente en la calle Rodeo
La actuación más reciente llevada a cabo sobre el abastecimiento de
agua a la población ha sido la construcción del nuevo depósito junto a la
carretera de Castuera.
Nuevo depósito de agua
Toponimia
En toponimia, al hablar, por ejemplo,
del Pozo de la Pepa podríamos
decir que se trata de un hidrónimo o hidrotopónimo ‘pozo’ designando el nombre
de propietario en forma familiar o hipocorística. Pero el Pozo de la Pepa, como
otros pozos diseminados por los alrededores del pueblo, tienen, al menos para
los vecinos de Quintana, algo más que su nombre y su mera funcionalidad, son
poseedores de la historia, las vivencias y el recuerdo de aquellas familias que
los regentaron y se sustentaron, en parte, de sus aguas, y las de aquellas
otras familias que se sirvieron de ellas para su sustento vital, pues hubo años
en los que había que acarrear el agua en cántaros para llenar la tinaja. ¡Vamos a por
agua al Pozo la Pepa! -se decía-, en aquellos años anteriores a los
del desarrollismo franquista protagonizado por los llamados tecnócratas que por
medio del conocido Plan de Estabilización de 1959 y los planes de Desarrollo
Económico y Social, traerían, por fin, el agua a nuestro pueblo.
La voz ‘pozo’ es frecuente en
la toponimia de Quintana de la Serena, por el mismo motivo aludido al principio
sobre los numerosos pozos que se abrieron para regar las huertas existentes en
los alrededores de la población.
Así tenemos los nombres de
lugares usando la palabra pozo y sus derivados. Aludiendo a la calidad de las
aguas, como Pozo Dulce. Apareciendo el propietario o poseedor, encontramos Pozo
de la Pepa, Pozo de don Diego, Pozo de María Núñez, Pozo
de Juan Blázquez, Pozo de Juan Blanco, Pozo de Juan del Río, Pozo de Miranda,
Pozo el Tío Genaro, Pozo Patarro, Pozo Moreno, Pozo del Piojo. Asociados a la
voz ‘fuente’, como Pozo de Fuensanta o de Doña Fuensanta, Pozo de la Fuente de
los Castillejos. Haciendo referencia al momento de su construcción, como Pozo
Nuevo, Pozo de la República. Asociados a fitónimos, como Pozo de la Higuera,
Pozo de las Adelfas, Pozo Hinojo. Con referencias étnicas o religiosas, como Pozo del Moro o Pozo de Fuente Santa.
En forma diminutiva, como Pocillo del Medio, Pocillo de Tena, Pocico, Los
Pocicos. Señalando yacimientos arqueológicos, como Pozo de Tesoro, Pozo del
Hornillo, Pozo de la Casería. Derivados de pozo, como Los Pozuelos, Las
Pocetas. En forma diminutiva, Los Pocitos, Pocicos, Los Pozuelos.
POZO DE LAS ADELFAS
Recogido por Castaño Fernández, aludiendo “al paisaje
circundante”. <<Esta voz de raigambre arábe-hispánica… El Pozo de las Adelfas>>(Castaño
Fdez.,1998:91-92,194). En Hijovejo. <<APC.Quintana. Pedro Miguel Flores, 1738: “e Hijo Bejo pozo de las adelfas”, f.
9>> (Castaño Fdez., 1998:). <<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1842.
“Pozo de las adelfas”>> (BOP 01/01/1871).
POZO DULCE
Nombre antiguo de la actual Plaza de Extremadura. Así la
definía Casco Arias a principios de la década de los sesenta del siglo pasado: <<El Pozo Dulce es una plazuela
pequeña y de poco tránsito>> (Casco Arias, 1961: 24). En dicha plaza
podemos ver hoy una construcción en
granito a modo de simulacro que nos recuerda la existencia del pozo que daba
nombre a la calle.
POZO DE LA HIGUERA
<<Una finca rústica en el término de Quintana de la
Serena, al sitio Pozo de la Higuera […] Este, Josefa Moreno Garmendia y Condesa
viuda de Darnius>> (BOP 09/04/1954).
POCILLO DEL MEDIO
Adjudicación de fincas para el aprovechamiento de yerbas y
pastos realizada por la Dirección general de Propiedades y Derechos del Estado:
<<…al sitio Pocillo del Medio>> (BOP 30/10/1885).
POZO NUEVO (Pozo de la
República)
Aún
podemos ver la existencia de este pozo ubicado en la Cañada Real Leonesa
Oriental y que fue construido durante la Segunda República.5 Otro con el mismo nombre de pozo nuevo se
sitúa junto al Silo.
POZO DEL MORO.- Se
encuentra en la Pared.
<<…existen
piedras labradas y sepulturas esculpidas en la roca, como las gemelas que hay
en “La Pared” cerca del Pozo del Moro, que son paralelas y con huecos adecuados
para la cabeza y para los pies>> (Casco Arias, 1961: 77)
La voz ‘moro’ puede aludir a la
presencia musulmana, aunque en ocasiones se utiliza para atribuir antigüedad
‘tiempos de moros’. Recogido por Castaño Fernández en su estudio sobre los
topónimos de la comarca de La Serena junto con otros dos parajes, uno en
Castuera y otro en Esparragosa de la Serena: <<Son muchos los topónimos
en los que la voz ‘moro’ está presente y sus significados pueden ser variados,
desde una alusión racial, a un apodo, una elevación del terreno o la existencia
de restos de construcciones recordemos que muchas veces se habla de algo
antiguo como ´de tiempos de moros`>>.
<<Pozo del Moro>> (Castaño Fdez., 1998: 34, 37, 91, 92,
272).
<<En la finca La Pared, en el lugar llamado Pozo del
Moro existe una alineación de menhires; en la parte sur hay un menhir mayor que
los demás, que tiene en su parte superior una pileta con su canal de desagüe y
al lado otra foseta sin canal, que demuestra que era el monumento donde los
primitivos realizaban los sacrificios y las solemnes ceremonias de carácter
religioso. La alineación indica que este lugar se destinaba a las asambleas y
lugares de reunión de las tribus […] existen piedras labradas y sepulturas esculpidas
en la roca, como las gemelas que hay en “la Pared” cerca del Pozo del
Moro>> (Casco Arias, 1961: 72-73, 77).
Según Casco Arias, durante la dominación musulmana: <<quedaron restos de algunas
explotaciones rurales de regadío, como Meca, en la Sierra, y el Pozo del Moro,
en la Pared>> (Casco Arias, 1961: 97).
EL POZO DEL MORO. El apelativo “moro” alude, generalmente, a
restos de construcciones de épocas pasadas, a los que se les denominaba “del
tiempo de los moros”. En este sentido, quizás, quepa interpretar lo de “Pozo
del Moro”, siguiendo a Castaño Fernández, como opuesto a “Pozo Nuevo”. Es
decir, lugar en el que existe un pozo de cuya construcción no hay memoria. Esta
zona, por referencias orales, debió contar con abundantes restos arqueológicos
pertenecientes a distintos períodos históricos y culturales, la mayoría de
ellos desaparecidos, como una posible alineación de piedras graníticas,
¿menhires?, así mencionados en la citada obra de Cascos Arias, y que fueron
aprovechados a mediados del siglo XX para nuevas construcciones; una piedra
contrapeso de aproximadamente un metro de altura y material numismático:
monedas en bronce de forma aproximadamente circular con una cara labrada y la
otra lisa. Hoy, apenas contamos con algún que otro montón de ripios, el pozo
que le da nombra al lugar, igualmente empedrado como el de Angarilla y varias
piedras de molinos.
Además, cerca de este sitio, se
encuentran dos tumbas antropomorfas, probablemente altomedievales, excavadas en
una afloración granítica del terreno (León, M. /Carmona, Mª. C.,
2006: 47-48; 2011: 64-65).
POZO DE LA PEPA
Se accede por el camino
de Meca que sale desde la actual Plaza de la Concordia y girando hacia el
Cerro Travieso nos apartamos por una
pequeña vereda que pasa junto a una antigua era y nos adentramos en una huerta
en la que todavía podemos ver el Pozo de
la Pepa. A este pozo se acudía para llenar los cántaros de barro o de lata
que eran transportados por las mujeres, a veces, “uno en la cabeza, otro en el
cuadril, y el barril colgando”, o en las aguaderas transportadas por
caballerías, a sus respectivas viviendas para su abastecimiento como agua de
beber, por la cual había que pagar:
<<[…] por el cántaro
pequeño que llevaban las crías una – perrilla-
y por los grandes de las mujeres una –perra gorda- por el barril no
cobraban y por los cántaros de lata el doble (2 perras gordas) los últimos años
subieron y por el grande de lata se cobraba dos reales>>> (“El Pozo de la Pepa”.
Jmarisanchez. Cosasdequintana.@Quintanejos.
POZO MORENO
Con el nombre de su propietario. <<Los propietarios
aparecen también con su nombre en aposición a ‘pozo’, presumiblemente por caída
de preposición>> (Castaño Fdez., 1998: 91, 265). <<APC. Quintana. Diego Fernández de los Ríos, 1680: “hera
de las matas baldio de las siete villas al sitio del pozo moreno”, f.
101>> (Castaño Fdez., 1998: 224). Recogido en su apartado de apodos:
<<Bastantes se refieren al pelo de las personas y su color: … Pozo Moreno>> (Castaño Fdez.,
1998: 262-26). <<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1774. “Pozo
moreno”>> (BOP: 18/09/1870). También: Camino
Pozo Moreno (BOP: 15/05/1925).
POZO DEL TESORO
<<También junto al
Yacimiento Arqueológico de Hijovejo han aparecido numerosos restos
arquitectónicos labrados en granito o bien en mármol, entre ellos un prisma de
granito “Gris Quintana” con los genitales masculinos gravados en bajo relieve
en uno de sus lados.
Asimismo, varias columnas y
antiguas cimentaciones aprovechadas por el actual propietario para la
edificación de la vivienda, y un gran pozo empedrado, que es conocido en la
localidad como “El Pozo del Tesoro”.
Todo lo cual denota cierta suntuosidad, que contrasta con la
austeridad de las instalaciones del recinto fortificado, por lo que muy bien
podría tratarse de la residencia señorial de esta fortificación, cuando se
transformó en “villa” (León
y Carmona, 2006: 12- 13).
POCILLO DE TENA
<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1845. “Pocillo de
Tena”>> (BOP 04/01/1871).
POCICO
<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1847.
“Pocico”>> (BOP 16/10/1870).<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP.,
1851. “Pocico”>> (BOP 26/01/1871). “Pocico” (Castaño Fdez., 1998:
90,33).
También La Vereda de los Pocicos.<<APC. Quintana, F. García Cuadrado,
1726: “Vereda de los Pocicos”, f. 59>> (Castaño Fdez., 1998: 90, 238,
259, 304).
LOS POCITOS
Aparece en el trazado de la Cañada Real Leonesa Oriental realizado por Juan Manuel Escanciano
en 1852, a continuación de Mojón Gordo y antes de la Laguna del Dornajo-Dorpajo. (Maldonado,
2005).También: Olla del Pocito.
LOS POZUELOS
Derivado de ‘pozo’. Sufijo diminutivo –zuelo. Po-zuelo. El Pozuelo (Castaño Fdez., 1998: 90,91).
Paraje al suroeste y próximo a la población, entre la Carretera del Valle y la Vereda
del Solito.
Pozo de Fuente Santa
Notas
1. <<…
la arquitectura tradicional no es una mera “expresión material”, con valor en
sí misma (valoración etnográfica) de acuerdo con los criterios estéticos o
arquitectónicos que queramos atribuirle. Por el contrario, su valor radica en
su condición de verdaderos textos documentales (valoración etnológica), que nos
hablan del pasado y del presente, de la evolución de una colectividad, de cómo
ha resuelto sus necesidades materiales y espirituales, y de cómo se han
articulado los diferentes sectores sociales que la han conformado en el marco
de relaciones sociales muy concretas>> (Juan Agudo Torrico y Nieves
Santiago Gala: “Arquitectura tradicional: Indefiniciones y reconocimientos en
las formulaciones internacionales sobre patrimonio”, en Martín Galindo, José
Luis (Coord.), La arquitectura vernácula.
Patrimonio de la humanidad. Tomo I, pág. 24).
2. <<
…“arquitectura tradicional” o “vernácula”: el modo como unos materiales,
generalmente extraídos del entorno natural, y técnica constructivas, adquiridas
bien por procesos evolutivos endógenos o por préstamos culturales, han servido
para dar respuesta a las necesidades físicas y sociales de un colectivo,
generando modelos arquitectónicos (técnicas constructivas, diseños espaciales,
y resultados estéticos), con unos logros originales en razón de la experiencia
histórico-cultural y adaptaciones ecológicas propias de cada territorio>>
(Ibidem. Tomo I, pág. 23).
3. <<La
actividad humana desde sus comienzos ha venido empleando el agua para un buen
número de usos que han aprovechado sus distintas cualidades, desde el propio
como líquido de la vida, a ser bebido y servir de riego de especies vegetales,
para ser mezclado con otros productos para facilitar su utilización posterior,
como útil de maceración o limpieza de personas, animales o cosas […] La
especificidad de estas utilidades y la particularidad de la forma que tiene su
presencia en cada territorio, junto a la propia experiencia histórica de la
actividad humana, ha generado un buen número de organizaciones arquitectónicas
de mayor o menor entidad que se constituyen en lo que hemos denominado como la arquitectura del agua>> (José
Luis García Grinda: “La arquitectura del agua”, en La arquitectura vernácula. Patrimonio de la humanidad, T. I, pág.
159).
4. <<Que hay también quatro pozos y un pilar para
el surtido de personas y caballerías…>> (Interrogatorio de la Real
Audiencia, 1791). En 1849, Pascual Madoz: <<No
sirviendo sino para los ganados 5 fuentes y un pilar que hay dentro de
ella>>.
5. <<Se abrieron varios pozos para facilitar
agua potable a ciertos barrios de la población, tales como el camino de
Zalamea, que carecían de ella a corta distancia>>
(Barquero, 1979: 63).
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en el Archivo Diocesano de Badajoz. Libro XIII.
MADOZ, PASCUAL (1849): Diccionario geográfico-estadístico-histórico
de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo V. 1849. Edición facsímile.
Zafra: Biblioteca Santa Ana de Almendralejo, 1990. Pág. 347. Puede consultarse
la edición de 1955, publicada en Cáceres, que recoge sólo lo que afecta a Extremadura.
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VITRUBIO POLIÓN, M. Los
diez libros de Arquitectura. Alianza Forma. Madrid, 2002.
PÁGINAS
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Juan
Fco. José Dávila Sánchez
Foto
antigua: Colección Juan Ramón.
Juan Francisco José
DÁVILA SÁNCHEZ
Quintana de la Serena, 2018
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